domingo, 10 de noviembre de 2013

Mañana más.

El mismo bar a las tres.
Mismo pedido. Café caliente, leche fria, azúcar y cucharilla limpia.

El azúcar a mano izquierda y la chucharilla a la derecha.
Coger el periódico e irme a la sección de deportes, mirar lo mal que van, cagarse en el de arriba y mirar como continúan mis conocimientos de economía dandole un ligero vistazo a esa sección.
Mal, como siempre.
La crisis, el paro, la educación y la sanidad... Dios quiera que esta última vaya mejor, o yo no vaya tan mal.
Coger el azúcar y darle un par de meneos agarrándolo de la esquina de la derecha, con las letritas, de la frase del sobrecillo, rectas, lo que se pueda para poder leerlas.
"El sol siempre está arriba, aunque no siempre se vea. Chelo Espinosa- Asturias."
Mirar hacía arriba como un tonto, como si la frase fuese mentira.
No lo era. Igual que mi mala visión y la ceguera temporal que tenía.
Sonreir como siempre a las tres y cuarto y guardar el sobrecillo en el bolsillo de la camisa derecho.
Como todos los dias.

Los sorbillos del café cortitos, como las ganas de irme.
Poner el sombrero bien por la tontería de comprobar la frase.
Eso ya sí que no pasaba todos los días ... eso ya se iba de mi pequeña rutina, de esa pequeña y solitaria rutina.

Fin del café, pagar y la generosa propina, los "Muchas gracias señor, pase usted un buen día" del generoso camarero, mis "hasta mañana".
Lo más literales posibles.
Agarrarse del bastón, guardarse el periódico y al llegar a casa, como siempre, releerlo hasta que al día siguiente me den otro.

Y la misma rutina, todos los dias, sin nadie que me la cambie, sin nadie que me saque de ella.

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