sábado, 15 de marzo de 2014

Matarte en el intento de llenar el diccionario.

Y, en ese momento, donde estás a punto de saltar, y te paras, es cuando te viene la definición más perfecta de la vida.
Esa composición tan melódica y acompasada que te hace dar los justos pasos hacía atrás para poder decirle a todo el mundo lo que es la vida, no quedarte ese secreto, compartirlo, que no se quede dentro, no morirte antes.

Porque al fin y al cabo solo es un nudo de aromas, como el del café recién hecho, y pronto por la mañana rimado con un aroma peculiar que te abraza por la espalda con ruido propio, con lenguaje y hasta entonación, deseandote los buenos dias y una taza de café con el beso de todas las mañanas.
Aceptaríamos también esos sonidos que te llenan, la vida, el alma y la memoria.
Una risa, llanto, ruido, golpe, carcajada, grito, los ruidos de los besos lentos, suaves, rápidos y apasionados, los abrazos que te rompen hasta los esquemas, los saltos en la cama con muelles accidentados, y los "mmmm" de los abrazos en una cama, con un alguien, donde solo te tapan las sábanas y sílabas.
La vida sería esa unión de dos, que te hace volverte uno. Sería por añadir las noches en vela y los días dormidos, las sábanas blancas, los libros rayados con las esquinas dobladas, las tardes de manta y los besos de competición de aguantar la respiración, probar a que la piedra salte en un rio y mirar a ver si te sale el truco que todos hacen, sería retarte y bañarte con alguien, podría hasta ser los detalles tontos como cambiarte de nombre, como amor, cariño o Eros.

La vida sería un nudo de ruidos, olores y sabores de alguien, de tu alguien.

A continuación ya no te apetece saltar para definir la muerte, si no saltar en otro agujero más profundo, como es el de enamorarte y matarte en el intento, para poder vivir correctamente, y ya, incluso, hasta feliz.

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