martes, 19 de agosto de 2014

Pudiendo serlo, lo somos.

Porque qué quieres que te diga.
En el fondo, (e incluso aventurandome cual explorador intrépido) debo de darte e incluso regalarte una gran y corta palabra, una que me es imposible ocultarte cuando me miras con tus ojos de miel.
Puede, y lo apostaría en cualquier ruleta rusa (alguna con pocas balas y ningún herido) que yo no sea de las chicas perfectas las cuales son cualquier muñeca modelo, esas que parece que las acaben de sacar del embalaje para demostrarte que la perfección existe.
Obviamente también debo reconocer que no soy el tipo de modelo a seguir el cual unos padres quisiesen para su hijo, puede que sea porque dé demasiados dolores de cabeza por muchas reivindicaciones.
Incluso podría añadir que soy un desastre. Soy como una galaxia en expansión, una que está revuelta como una sopa de letras, en la cual es imposible percibir qué letra está y cuál cuesta encontrar. Sé que soy un reto ante los debates porque puedo leer hasta lo más oscuro del alma.
Puede e incluso obviamente reconozco que me podrían llamar "problema". Pero de esos que no se resuelven.
Y, después de todo y de ello, me quieres.
Es como un riesgo que corres a cada día que me prometes ese día y otro más.
Saltar desde el Everest al suelo es una emoción mucho más segura que quererme, e incluso a pesar de ello has decidido ponerte las cuerdas, y saltar.
Que podemos ser cualquier cosa después de ello, incluso la mejor pareja encontrada en esa serie que te toca el alma o cualquier sitio perfecto del globo terráqueo, podemos ser todo lo que queramos porque el riesgo ya lo tenemos. Podemos (llamándome tonta) llegar a cualquier punto que señale un mapa y dejar huella. Podemos ser infinitos.

Y pudiendo serlo, somos mejor que cualquier puzzle que encaje a las mil maravillas, porque cariño, nadie hace mayor rima y melodía que tus labios y los mios juntos.

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