domingo, 19 de octubre de 2014

Nada.

Y es que ya solo lloro.
Se me escapan los motivos de los dedos.

De día en día que se me queda algo dentro, algo amargo, peor que el limón. Algo que rasca, mucho más que una lija. Algo que duele, peor que cualquier enfermedad. Algo que quema más que cualquier hoguera. Algo que me pudre, mucho peor que cualquier tristeza contenida.
Antes todo ello pasaba de dentro al folio, haciendo bailar al bolígrafo un perfecto baile, uno tan coordinado y armonioso que podría hasta impartirse como clase, uno mejor que cualquier lírico, puede que el mejor que puede crearse.

Ahora, me siento en la cama y aprieto los ojos tan fuerte que podría jurar que la poca menta y esperanza que me queda en los ojos se vuelve más fría que el hielo.
Es como la preparación de un teatro. Montar las butacas, panfletos, el telón de boca bien enrojecido y todo listo para que empiece la función cayendo de mis mejillas.
Una tras otra y una tras otra.
Y así me podría tirar horas. O meses.

Pocas veces el baile se puede presentar en el teatro, pero esas veces el folio queda manchado de tanta pena.

Y es que sea como sea creía que no llegaría a ese punto. "Tú puedes con todo" decían... Pero resulta que la nada puede conmigo.

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